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Duelos

Cuando perdemos a un ser querido por fallecimiento o por separación debido a otra causa, atravesamos por un duelo. Durante este período difícil y triste experimentamos reacciones tanto psicológicas (ansiedad, tristeza, dificultades de concentración, rabia) como físicas (insomnio, pérdida del apetito, desgano), sociales (las relaciones que debemos reestructurar y los roles familiares que cambian) y en la conducta (retracción, retraimiento).
 
En el duelo normal existen 6 procesos básicos que deben darse y que generalmente se van sucediendo unos a otros, aunque no en forma lineal, sino circular, con avances y retrocesos en las etapas.

Reconocer la pérdida ya que la reacción inicial es la negación: "No es cierto", "Es solamente un sueño", "Me estás mintiendo".

Actualmente se entiende esta primera etapa como los intentos que nuestro cerebro hace para asimilar la noticia. Por lo tanto las primeras tareas consisten en:

  • Aceptar la pérdida.
  • Comprender la pérdida.
  • Reaccionar frente a la separación
  • Experimentar el dolor.
  • Sentir, identificar, aceptar y darle alguna forma de expresión a todas las reacciones psicológicas frente a la pérdida (el enojo, la ira, la impotencia, la culpa, etc.)
  • Identificar y hacer el duelo por las pérdidas secundarias (p. ej: aquello que ya no va a ser, y aquello que una vez fue).
  • Recordar a la persona pérdida y reexperimentar la relación.
  • Rever y recordar realísticamente a la persona.
  • Revivir y reexperimentar los sentimientos que tuvimos hacia ella.
  • Renunciar a los vínculos previos con la persona perdida y a la concepción del mundo que esto implicaba (por ej: "Siempre vamos a estar juntos", "El va a estar siempre apoyándome).
  • Hacer reajustes para moverse adaptativamente dentro de la nueva realidad sin olvidar la anterior.
  • Revisar y procesar la concepción del mundo implícita.
  • Desarrollar una nueva relación con la persona fallecida o pérdida.
  • Adoptar nuevas formas de estar en el mundo.
  • Formar una nueva identidad a partir de lo que uno fue con la persona que ya no está más y de las nuevas experiencias que se vivirán ya sin ella.
  • Volver a cargar afectivamente nuevas relaciones o personas o actividades, recuperando los intereses, generando otros nuevos y conectándose con los demás.

Durante este largo proceso se producen muchas descargas afectivas, episodios de llanto, de tristeza y a veces rabia contra la vida y una gran actividad del pensamiento. Estas están destinadas a lograr una sana acomodación a un suceso penoso, buscando integrarlo a la vida de esa persona, y así dejarlo libre para seguir adelante de un modo saludable. En psicología se llama a este proceso "elaboración del duelo". Hay procesos de duelo que, además del dolor y el sufrimiento "normales" y esperados que implican, pueden presentar síntomas asociados con un trastorno depresivo. En esos casos hablamos de "duelos complicados". Esto sucede cuando, dado cierto tiempo desde la muerte, existe alguna falla o distorsión en uno o más de los 6 procesos mencionados anteriormente. Los duelos complicados pueden presentar:

  • Problemas en la expresión del duelo (ausencia de duelo - la persona sigue con su vida como si nada hubiera pasado, duelo demorado - la reacción aparece mucho tiempo después y duelo inhibido - solamente se observan leves manifestaciones de este proceso).
  • Extrema rabia o culpa frente a la pérdida.
  • Duelos no anticipados como en el caso de muertes por accidente.
  • Duelos crónicos
  • Pensamientos de muerte más que voluntad de vivir, con el sentimiento de que el sobreviviente debería haber muerto con la persona fallecida.

Hay siete factores de alto riesgo que pueden predisponer a cualquiera a tener un duelo complicado. Los siguientes factores están asociados con la modalidad específica de la muerte:

  • Una muerte repentina no anticipada, especialmente cuando es violenta, traumática o azarosa.
  • Muerte luego de una larga enfermedad.
  • La muerte de un hijo.
  • Muerte asociada con la idea de que hubiera podido ser prevenida.
    Y, estos otros se relacionan con variables psicoafectivas personales.
  • Una relación muy ambivalente o dependiente con la persona fallecida.
  • La existencia de problemas psicológicos o pérdidas previas.
  • La percepción de una falta de apoyo por parte del sobreviviente.

El EMDR puede ser usado como método psicoterapéutico tanto en duelos normales como en duelos complicados, acelerando el proceso, facilitando el procesamiento de los elementos traumáticos del duelo, disminuyendo el sufrimiento y favoreciendo la reanudación de las actividades. "La muerte termina con la vida de aquellos a quienes amamos, pero no le pone un punto final a nuestro amor por ellos. (...) Aún conservamos la relación única con aquellos con quienes convivieron. Su muerte no cancela los días en los que caminaron con nosotros. El tiempo que pasamos juntos no se borra de la historia. Aún tenemos recuerdos que podemos compartir con los demás. Aún sentimos la huella que dejaron en nosotros. Aún conservamos el legado de sus vidas, y la diferencia que hicieron en nuestra vida personal, familiar y comunitaria. Mantenemos intacta nuestra capacidad de amar y de sentir el amor de aquellos que han muerto. Cuando nos damos cuenta de estas cosas, podemos empezar a dejar ir lo que hemos perdido (su presencia) y empezar a atesorar lo que aún tenemos de ellos".

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